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VIERNES, 20 DE JULIO DE 2012

Los últimos torreones del Ensanche

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 Son los dos últimos torreones que se han construido en el Ensanche de Bilbao. Recogen la esencia del clasicismo de la expansión de la villa de principios del siglo pasado y a la vez un toque moderno que llama la atención de todos aquellos que transitan por debajo. Además, su impronta y características únicas se observan con nitidez desde la nueva plaza Euskadi. Son los dos remates arquitectónicos que enmarcan desde lo alto la fachada principal del edificio ArtKlass, una obra conjunta del arquitecto luxemburgués Robert Krier, el galo Marc Breitman y el bilbaino Iñaki Aurrekoetxea.

Son las dos guindas del pastel clásico que significa este edificio de viviendas en el entorno de Abandoibarra, donde la arquitectura moderna impera con el museo Guggenheim y la Torre Iberdrola como buques insignia.

Se trata de una fórmula de rematar las esquinas del Ensanche, que quedó anulada con la aprobación en 1994 del Plan General de Ordenación Urbana vigente. Ibon Areso, director entonces de la oficina del PGOU y actual teniente alcalde en el Ayuntamiento de Bilbao, razona la prohibición de estos torreones. "Al final se habían convertido en una fórmula que utilizaban los constructores para aprovechar metros cuadrados y, prácticamente, crear una planta más en el edificio, en lugar de dotar al edificio de un elemento singular", explica.

Por ello, desde hacía más de 15 años no se había construido torreón alguno en el Ensanche. Únicamente existe una excepción. Se trata del edificio de Osakidetza finalizado en 2008 y ubicado en la esquina de Licenciado Poza con la alameda de Rekalde. Su espectacular y poliédrica fachada recoge una especie de remate esquinero que emula un torreón de factura ultramoderna.

Dos excepciones La construcción de estas cúpulas ha sido excepcional. De hecho, el Plan Especial Reforma Interior de Abandoibarra recoge un permiso especial para poder construir estos peculiares elementos, un salvoconducto que solo ha aprovechado el edificio de Krier, Breitman y Aurrekoetxea, si no se tiene en cuenta el gran anexo elevado que conforma el suite en forma de tríplex del hotel Meliá.

Iñaki Aurrekoetxea se muestra orgulloso de cómo ha quedado el edificio y de los dos torreones que se enseñorean al lado del Museo de Bellas Artes. Unas piezas, además, que tienen su propia historia. El arquitecto explica que "el más cercano al museo estaba previsto en el Plan Especial de Abandoibarra, con el objetivo de realzar esa esquina que se ve desde Mazarredo y da remate a la alameda".

Que no quedara cojo Pero el triunvirato de profesionales quería más. "Cuando hicimos el proyecto, vimos que, aunque desde un punto de vista de ordenación tiene su justificación, un edificio que tiene dos esquinas que dan a la plaza se quedaba cojo con solo un torreón y pedimos que se modificara el plan para recoger otro", recuerda.

Iñaki Aurrekoetxea, alma mater del estudio bilbaino IA+B, destaca cómo "las esquinas de este edificio tenían que tener una cierta significación porque además el torreón no previsto en un inicio, es el que da fin a la avenida Leizaola".

Cada una de las cúpulas es la planta superior de una vivienda duplex y cuenta con doce metros de altura con respecto al suelo. Sin embargo, las habitaciones tiene la altura normal de un piso ya que se ha colocado un falso techo.

¿Y por qué dos piezas totalmente diferentes? "No queríamos repetirlos", asegura, rotundo, el arquitecto vasco. Además, se veían obligados a ello porque uno de los remates se asienta sobre un ángulo recto, el de color verde, y el otro sobre uno ángulo obtuso, lo que impedía un torreón redondo perfecto. Por ello, finalmente se optó por una elipse.

Esa peculiar forma del torreón dorado implicó también una dificultad en la cubrición, lo cual llevó a elegir diferentes materiales para los dos puntos esquineros.

Aurrekoetxea explica cómo también se tuvo en cuenta que "la elipsoide está casi en el eje del puente de Deusto y tras analizar varias fórmulas se decidió que la solución fuera una especie de gresite con piezas de 4x4 centímetros de lado".

En cuanto al visible color oro, el arquitecto recuerda que "fue una de las opciones de tonos que nos ofertaron, un material con un acabado dorado que le va muy bien al estilo clásico del edificio".

Pero este material tenía un handicap. Junto a la ubicación del torreón, que marcaba también la parte del friso ubicado por debajo, se daba la circunstancia de que los elementos decorativos que podían utilizarse con gresite eran limitados. "Tras darle muchas vueltas -explica el autor- se nos ocurrió que podíamos escribir alguna frase para llenar ese espacio". Había que tomar otra decisión: ¿qué escribir? Relata que "estuvimos pensándolo varios días y en una comida en casa con mi familia surgió la frase Ezina ekinez egina, (lo imposible se hace posible con esfuerzo) una idea redonda y que puede significar muchas cosas".

Una frase redonda Entre las opciones, Aurrekoetxea elige la manera poética de lo que ha podido ser la transformación urbanística de Bilbao. "Es algo que parecía imposible pero que con gran esfuerzo se ha conseguido. Ese es el espíritu principal pero también recoge el propio edificio, algo que ha sido muy laborioso, en el que se ha puesto mucha dedicación. Parece imposible que tengamos un edificio de este corte en Bilbao".

¿Y el uso del euskera? El arquitecto, nacido en Zamudio, es claro. "Soy euskaldun y si tenía que poner algo iba a ser en euskera. Tengo más facilidad para encontrar algo que haga referencia a mi pueblo, mi país y mi cultura. El uso de euskera es por manifiesto, porque estamos donde estamos y, además, en Bilbao y no hay ninguna frase en ningún edificio". Concreta que, aunque nació en su entorno, "el mensaje fue consensuado con Krier y Breitman. No hubo ni imposición ni disenso alguno".


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